El otro día, en una cena con amigos, surgió el tema de la formación en fotografía. No por el tema de academias, centros, cursos, etc. sino de lo que podemos esperar en materia de formación todo aquel que se dedica a la fotografía. También el tema surgía a colación de un próximo curso que tengo pensado realizar.
Existe en el mundo de la fotografía la creencia que llegados a determinados niveles, el aprendizaje técnico ya no es necesario. Una cámara no es el panel de control de Airbus. Una vez entendidos los conceptos fotográficos básicos … el resto es experimentar. ¿Seguro?
Quizás sea deformación en mi forma de entender el aprendizaje, pero a mí me gusta mucho el «volver a empezar». Sabes algo, pero lo vuelves a ver. Quizás aprendas algo nuevo, quizás tengas un nuevo enfoque, quizás algo que pensabas que estaba bien resultó que era un aprendizaje viciado.
Soy de la opinión que en fotografía merece mucho la pena apuntarse a todos los grupos, cursos, eventos, etc. que uno se pueda permitir. Da igual que sean muy básicos o muy complejos. El desarrollo de un estilo mucha veces surge del intercambio de experiencias con otras personas. La fotografía realmente avanza por el «copiado» de la técnica de los demás. Copiamos para aprender y luego experimentamos para desarrollar nuestro estilo.
La copia nos vuelve uniformes (véase la multitud de efectos Dagan o Mellado), pero superamos la copia mediante la diferenciación. Y esa diferenciación suele ser positiva ya que nos obliga a superarnos como fotógrafos.
Y de una forma más mundana, la asistencia a cursos, eventos, etc. nos obliga a tomar fotografías. Es un espacio, un tiempo reservado para la práctica. Sin excusas de familia, clima o amaneceres tempranos.